Mi ángel guardián
Se rasga un velo de nubes que cubren sus rostro para descubrir unos ojos
que irradian hermosa luz. Una luz clara y sincera, fuerte y leal, repleta de
ilusión, de fantasía, de inocencia.
Contemplarlos supone penetrar en el mundo de sus pupilas, 2 agujeros
negros que absorben todo lo que mira, que dejan vagamente un recuerdo de lo que
había . No es la primera vez que embarco hacia ese destino .
Ya en otras ocasiones estuve en ese mar cristalino. Conocí a través de
sus ojos la pasión con que observa las nubes cargadas de agua, los
blancos dragones tras las nubes escondidos , o ver los portales que se abren
más allá de las rojizas montañas del atardecer , a lo lejos, cuando el sol
acaricia el umbral de su reino con un manto de luz. Tribus desconocidas y
desconocidas bestias.
Pude sentir cómo amaba, percibí la belleza que capta del exterior, de
otros rostros, de la música, de la vida, de su alma.
Es capaz de tocar el rocío de las
flores con su mirada y arrastrar con un
solo parpadeo un manantial de colores con el que pinta el cielo de su
imaginación.
Desde el interior de sus ojos me
deslicé muchas veces por un tobogán, fue
como viajar al centro de la tierra. Allí
yacía un corazón desgastado a veces
febril que sin embargo latía con fuerza.
Un diminuto ser, le habría una válvula y vertía en él una sustancia que se dispersaba por unos tubos y después la
besaba.
Me sorprendí una vez al escuchar un ligero golpeteo en la ventana, y
presencié su despertar. Se vistió de
blanco y al salir, todos los colores se agruparon en su ser
revoloteando sutilmente como mariposas.
Tan convencida estaba de lanzarse por un acantilado y volar que cuando
en sus sueños lo hacía , cada partícula de su cuerpo se elevaba con el
aire. Se transformaba en un ser vaporoso y hacía el amor con el viento. El momento del orgasmo
levantaba huracanes y cuando quedaban
exhaustos , descansaban bajo la foresta. Las raíces se acurrucaban entre ellos
para proporcionarles cobijo...
Entonces puede permanecer allí horas, o días, encerrada en un abismo
oscuro donde no encuentra salida, al principio inquieta, confusa, rodeada
de extraños que la atormentan , sin
embargo ella se atreve a ofrecerles un caramelo.
En ocasiones la hallo llorando, hasta agotar la última lágrima, y muda
entra en un frío sopor, envolviéndola el silencio, la soledad, una calma
inesperada, olvidando como llegó , dejando atrás la búsqueda de un camino hacia
la luz, quedando enamorada de ese estado, de su cielo gris y nublado, de las
ramas secas de los árboles y los seres que habitan allí, arrastrándose pesados
, algunos jorobados perdidos llenos de tristeza y temor , cada cuál a su manera
la guían cada vez más y más profundo a
las entrañas de ese lugar , mientras su corazón poco a poco se desquebraja.
Pero yo la llamo, la zarandeo, le susurro al oído para que no les
escuche, la beso, la cuido y la protejo y al escuchar mi voz como un eco
lejano, consigo que despierte de nuevo en ella
la esperanza, la ilusión...
Abre los ojos, y la luz deshace su oscura visión penetrando los colores
entre las brechas ocasionadas y si es necesario , algunas veces corriendo el
riesgo de contaminarme, despliego las
alas y bajo en su ayuda mientras los gigantes, diminutos, o jorobados, gritan
despavoridos de un lado a otro , unos intentándo cogerla del vestido para no
perderla, otros ofreciéndole regalos,
pero ella no les escucha y como
siempre , vuelve conmigo.
De nuevo la acuesto en su lecho, la cubro con mis alas, y allí me quedo
admirándo su belleza.
-Mary Torregrosa-